Es el agua la que en muchos casos delimita las parroquias, unidades identitarias en el espacio rural. Los ríos, pues, unen y separan. Numerosas aldeas construyen su caserío en la bocarribeira, donde comienzan las pendientes y los socalcos, las terrazas, descienden al abismo.
Uno de los rasgos más significativos es el minifundismo parcelario extremo, que deja su huella en el paisaje. Un parcelario definido por fórmulas tradicionales de propiedad y de aprovechamiento de la tierra como la cavadura, medida tradicional de superficie y de trabajo: el terreno que puede labrar una persona en un día para su sustento.
Todas perviven en este paisaje épico, articulado por la cultura del agua.