La relación armónica entre el agua y la tierra, entre el espacio cultivado y el espacio construido es una herencia de las comunidades religiosas. Las huellas del papel de los monasterios en la génesis de la cultura hidráulica del territorio se relacionan con los aforamientos de tierras y molinos de agua a través de la historia.
Los eremitorios y el bosque de iglesias y monasterios ilustran una etapa esencial del proceso evolutivo del paisaje cultural del agua. Algunas iglesias se alejaron de la orientación canónica este-oeste, para situarse como balcones sobre los ríos, a medio camino entre el agua y el cielo.