Socalcos, sucalcos, muras, paredes, muros, paredós, calzadas, son todos ellos nombres que reciben las terrazas de cultivo, un rasgo característico y singular de la Ribeira Sacra y, sobre todo, un ingenio de alta eficiencia hídrica y edáfica.
Los socalcos, el espectacular aterrazamiento del cultivo agrícola en pendientes extremadamente abruptas, son una obra épica de colonización humana.
Esta es una tierra que desde la Edad Media se especializa en viticultura, sin obviar la importancia de otros cultivos como la castaña o la cereza. La naturaleza singular, la huella monástica y las comunidades campesinas construyeron este paisaje, vivo y funcional hasta el presente.